martes, 20 de agosto de 2013

Aldeavieja: Caminante en el tiempo

Aldeavieja. N-110. Construyeron la gasolinera. Pensaron que sería un buen negocio. Una tarde camino de Mingorría paré en ella. A la izquierda había una montaña gris, a veces parecía negra, a la que le faltaba un trozo, como si la hubiesen mordido. Detrás de la gasolinera, sobre un monte, un poco a la derecha, una ermita derruida. Para llegar hasta la gasolinera la carretera cruzaba un bosquecillo de robles donde a veces había vacas y alguna vez, algún que otro caballo. Desde allí falta casi un kilómetro para llegar al pueblo.

    Lo malo no es contemplar a un perro atropellado
       junto a la cinta gris de la autopista …     José Agustín Goytisolo

Al entrar en el pueblo, junto a la iglesia, frente a la entrada hay una peana sin cruz que pone AÑO de 1666, los restos de la cruz y trozos de herradura clavados para fijarla, parecen todo uno. En un pequeño hueco lleno de agua, de donde surgen los trozos de herradura como hierbas de hierro, un gorrión bebe confiado, ajeno al aspersor. Pasa un Ford Mustang, color rojo. Acelera con estrépito y se aleja calle arriba hasta incorporarse a la carretera. Lo miro sin disimulo. Son las 10:30.

Hubo, no sé por qué razón, que prolongar la autopista AP-51, de Villacastín a Ávila. Talaron unos metros del bosquecillo de robles y las vacas y los caballos desaparecieron. Entonces la gasolinera se abandonó porque pensaron que ya no había el suficiente tráfico para generar negocio. A la izquierda, lentamente, la montaña gris iba deshaciéndose, despareciendo, comida metro a metro por camiones con una voracidad de carcoma. Más al fondo, sobre las montañas del horizonte, azules y negras a tramos, colocaron molinos eléctricos: unas veces giran rapidísimos, con el viento del Este, otras, sin viento, a veces con frío, otras con calor asfixiante, el aire quieto no mueve las aspas. Alguien compró la ermita y comenzó a reconstruirla.

Un hombre con mono azul, subido en una especie de andamio móvil, limpia desde lo más alto de la bóveda de la iglesia, con una escoba, las estaciones del Vía Crucis. Me pide que pase y me retire, que va a bajar el andamio hidráulico. Una pareja de golondrinas revolotea dentro de la iglesia. En el coro debió haber un día un órgano, ahora sólo hay unos muebles vacíos debajo de una ventana  orientada al oeste. Me cuenta que la bóveda tenía 13 metros de altura. Me paro frente a una lápida de granito muy desgastada, tiene grabada una cruz de Calatrava, donde esta enterrado Sanchez (y su) muger en 1690.

            Yo no sé qué piensan de mí, sino que soy de hierro o de piedra, y en verdad han de ver que soy mortal como los demás.           Felipe II

La gasolinera, ya abandonada era soporte para carteles de circo: Próximamente Gran Circo Royal. Por allí pasó DOB, Chuso y Morid. En invierno se han helado los charcos de las tormentas otoñales; la ventisca ha caído sobre los restos de baldosas desconchadas, cristales rotos y el hormigón desnudo. Las vigas que soportan la techumbre se han oxidado. En primavera, el deshielo, si es que hubo hielo durante el invierno, va abriendo grietas en el asfalto, y tras la pared ha empezado a brotar una zarza y un olmo que acabará levantando el suelo. A la izquierda en el horizonte la montaña gris ha desaparecido por completo; a la derecha, sobre el monte, la ermita recién reconstruida resplandece revestida de piedra parda. Sólo una lagartija corre asustada a mi paso. En el interior de la gasolinera alguien ha dibujado dos ojos y escrito debajo: Caminante en el tiempo.







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