lunes, 25 de agosto de 2014

La Biblioteca de Mingorría


Hay en la biblioteca de Mingorría, a la derecha de la mesa del bibliotecario, un expositor que guarda a la vista de los lectores una pequeña colección de libros, en su mayoría encuadernados en piel. Estos libros, con buen criterio, no se prestan y sólo se pueden leer en la sala. Son los 279 libros que aún quedan de los 300 del lote inicial que fue el germen de la actual colección de la Biblioteca Pública Municipal de Mingorría; biblioteca que en la actualidad se encuentra entre las mejores de la provincia de Ávila, por número de volúmenes, actualmente cuenta con 15.800, y por la excelente gestión.

Este fondo inicial de libros será el hilo conductor de esta breve historia que he podido recoger de diversas fuentes sobre la biblioteca en la que paso unas cuantas horas todos los veranos. Su origen está en la iniciativa de la II República, a través de las Misiones Pedagógicas, con un fin que, según recoge Hipólito Escolar en su Historia de las Bibliotecas, nos presenta “Manuel Bartolomé Cossío, que fue el primer director del Museo Pedagógico y del nuevo Patronato, decía que lo que principalmente se proponían las misiones era despertar el afán de leer en los que no lo sentían, pues sólo cuando todo español, no sólo sepa leer, que no es bastante, sino que tenga ansias de leer, de gozar y divertirse, sí, divertirse leyendo, habrá una nueva España.” Para llevar a cabo este objetivo, continúa Escolar, “la República perfeccionó su labor de lectura popular con la creación de la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros para las Bibliotecas Públicas (1931), con la finalidad de modernizar las colecciones bibliográficas de las bibliotecas públicas del Estado y donar pequeños lotes de libros a instituciones privadas que desearan formar su propia biblioteca.
Un año más tarde (1932), y siendo ministro de Instrucción Pública Fernando de los Ríos, se confió a la Junta la creación de bibliotecas municipales en los pueblos, iniciadas con lotes de 150 volúmenes, que pronto pasaron a 300 más un suplemento ocasional de 150.


El Decreto de 13 de junio de 1932 marca las pautas para la creación de las bibliotecas públicas municipales y la solicitud de fondos a las que, según el Artículo 1º del mismo, tiene derecho: “cualquier Municipio español, en cuyo término no exista Biblioteca pública del Estado, puede solicitar de la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros para Bibliotecas públicas la creación de una Biblioteca municipal”; a este fin se deberá crear, según el Artículo 2º, una “Junta que se titulará “Junta de la Biblioteca municipal de…” con un máximo de diez Vocales” en la que estarán representados además del Ayuntamiento “las Asociaciones profesionales, de cultura y personalidades destacadas por su competencia, manteniendo la institución neutral y abierta a todos”.

Siguiendo estas directrices, el 4 de septiembre de ese año se firma el Acta de constitución de la Junta de la Biblioteca pública Municipal de Mingorría bajo la presidencia de Sr. Alcalde Don Miguel Camarero Alonso, con objeto de dar cumplimiento a lo dispuesto en Circular nº1” de la Junta de Intercambio. En el Acta se reflejan los nombramientos de los miembros de la Junta y sus cargos: por las asociaciones profesionales se designan 2 representantes: por la Sociedad Obrera, a Juan José Vázquez y Vázquez y a Florentino García Pintos; (vocales); otros 2 por el Sindicato Agrícola, a David Gallego Ibarzabal  y Ezequiel Sastre Nieto (vocales); 2 particulares nombrados por el Ayuntamiento, Néstor Pindado Rodríguez (vicepresidente) y Mariano Cuenca Muñoz (tesorero), “así como los maestros nacionales de esta villaManuel Rioyo (secretario) y Benedicta Álvarez Nieto (vocal).

Enviada la solicitud a la Junta de Intercambio, ésta responde el 22 de mayo de 1933 que previo al envío de los libros deben consignar el nombre del bibliotecario, su sueldo y títulos si los tiene y el horario de apertura, además se deberá haber colocado un cartel o rotulo bien visible que diga “BIBLIOTECA PÚBLICA MUNICIPAL DE…”. Una vez resueltos estos requisitos recibirían los libros y los ficheros (uno de autores-materias y otro topográfico) por ferrocarril y a portes pagados, y “una vez que la Biblioteca esté funcionando la Junta enviará a un inspector para la organización del préstamo de libros y recoger y estimular cuantas iniciativas sirvan para el mayor éxito de la fundación”.


El 25 de mayo se reúne en sesión la Junta de la Biblioteca que “por unanimidad acuerdo designar a Don Virgilio Pindado, Bibliotecario de la misma, designándole una gratificación anual de OCHENTA pesetas, y suplente del mismo a Don Daniel Muñoz Álvarez, secretario de este Ayuntamiento”, se acuerda colocar el rótulo y “señalar las horas de lectura en dicha Biblioteca, por la mañana de diez a doce y por la tarde de siete a nueve”, dando así cumplimiento a lo solicitado.

El 23 de junio de 1933 se reciben los ficheros y el 29 del mismo mes se reúne la Junta de la Biblioteca Municipal dándose cuenta en el acta de “haberse recibido e instalado en este Ayuntamiento la Biblioteca pública municipal, concedida por la Junta de Intercambio y adquisición del libro” y “de unánime conformidad acordó quede abierta al público el día primero de julio, próximo, haciéndose saber al vecindario de esta localidad por medio de pregón” las horas de apertura al público. Se acuerda también comprar los libros de sesiones y contabilidad y abrir una suscripción voluntaria “para que las personas que lo estimen conveniente contribuyan con una cuota semestral, a fin de atender los gastos de las misma y adquisición de nuevos libros” y dar cuenta de su funcionamiento para que desde la Junta de Intercambio se organice el préstamo de libros.


El 1 de julio de 1933 se firma el “Acta de inauguración de la Biblioteca Pública municipal de esta villa de Mingorría”. El alcalde hizo constar el horario de apertura “tiempo durante el cual pueden utilizarse todos los libros de la misma haciendo presente la procedencia de su utilización en beneficio de la cultura general.” A continuación se hizo un propósito de buenas intenciones: “Por otros señores presentes se hizo uso de la palabra para expresar el mejoramiento de esta población por la instalación de la misma y la procedencia de coadyugar a su funcionamiento y amplitud, a cuyo efecto se tomarán las medidas oportunas recabando medios para obtener ingresos y nuevos libros.” “Seguidamente varios vecinos concurrentes agradecen la instalación y funcionamiento y ofrecen cooperar al sostenimiento de la misma”.

Las materias de los libros que componían los lotes asignados a las bibliotecas, según Hipólito Escolar era: “el 60 por 100 de los libros tenía carácter recreativo (poesía, novela, teatro, viajes, biografía y folklore) porque había que crear, en muchos casos, hábitos de lectura, y una biblioteca formada únicamente con libros de estudio podía alejar a los posibles lectores.” La mayoría de las obras seleccionadas eran “de fácil lectura y los autores eran los de mayor interés en aquellos días, aunque salta a la vista una gran carencia: la de libros infantiles. Su no inclusión puede deberse, quizá, a que la Junta pensaba que la lectura de los niños quedaría resuelta con las bibliotecas de misiones pedagógicas. También a la poca experiencia de sus miembros, que no valoraron la importancia que en una política de creación de lectores tiene la inculcación del hábito de la lectura en la infancia”.

El mantenimiento, gestión y adquisición de nuevos fondos para la biblioteca correspondía al Ayuntamiento, aunque la “Junta donaba el lote fundacional, facilitaba libros con el 50 por 100 de descuento, daba instrucciones para el buen funcionamiento y recomendaciones para mejorar su rendimiento cultural mediante la organización de conferencias o lecturas comentadas”. A este respecto, como se señalaba en el Artículo 4ª del Decreto de 13 junio de 1932, “La Junta hará un donativo de fundación con arreglo a la siguiente escala de población: Municipios inferiores a 1.000 habitantes, 150 volúmenes; Idem de 1.000 a 3.000 habitantes, 300 volúmenes; Idem de 3.000 en adelante, 500 volúmenes” (Mingorría por aquellas fechas contaba con una población que rondaba los 1400 habitantes, por lo que le correspondieron 300 volúmenes). Por otro lado, la Junta se comprometía a renovar los libros, que eran de su propiedad, y a incrementar los fondos en aquellos municipios que destinasen cantidades para la compra de libros.

Tal como indicaba la Junta de Intercambio en su escrito del 22 de mayo de 1933, se envió un inspector para la organización del préstamo y recogiese iniciativas para estimular el éxito de la biblioteca. El funcionario designado fue Juan Viçens, inspector de Bibliotecas Públicas Municipales en el período 1933-1936, que relata así su llegada al pueblo y hace una descripción gráfica de la villa, el local destinado a la biblioteca, el bibliotecario, la Junta que la rige y el movimiento de lectores y usuarios:

Mingorría (Ávila)
Acceso: es la estación siguiente a Ávila.
300 volúmenes
Pueblo pobre, pero no mísero; en la fonda conseguí con dificultad que me preparan una cena tolerable.
Local modesto, pero espacioso. El encargado es un alguacil de poca cultura, pero cuidadoso. La Junta está animada de la mejor voluntad. No pudo realizarse reunión pública por causa de ser la época de mayor trabajo en los campos y en la era (cosa que me ocurrió en este viaje en todas partes). Sin embargo, anunciaron la reunión con la mejor voluntad y lo que ocurrió fue que celebré la reunión con la Junta con asistencia de unas cuantas otras personas y todos escucharon con el mayor interés.
Cobran unas cuotas voluntarias a los que quieren ayudar a la biblioteca, por no tener el ayuntamiento medios suficientes. Desde luego que eso no establece limitación alguna en el derecho a leer, paguen o no, pero acaso eso no lo sabían bien todos los habitantes y algunos creían que había que pagar para leer. Les hice ver la imperiosa necesidad de que todo el mundo sepa con toda claridad que la biblioteca es completamente gratuita y se mostraron dispuestos a poner todos los medios necesarios.
El movimiento de lectores es bastante grande, pero en el verano disminuye mucho, sobre todo en agosto, fenómeno, por lo demás natural y general a todas las localidades rurales”.


En la actualidad la utilización ha cambiado, como la vida, y es mayor en los meses vacacionales, sobre todo en agosto, por ser el mes de mayor afluencia de antiguos habitantes y otros veraneantes, ya que la población actual es poco mayor de los 400 habitantes.

La biblioteca estaba situada en el primer piso del ayuntamiento en una sala de 3,20 por 5 metros, disponía de balcón orientado al este que le proporcionaba luz natural. Tras su paso por la escuela municipal, la casa de los maestros, la colección volvió al edificio consistorial cuando después de su derribo en 1990 en su lugar se edificó el actual Ayuntamiento, donde por un breve espacio de tiempo se conservó, antes de ser trasladada a la presente ubicación en las casas del antiguo cuartel de la Guardia Civil, rehabilitado como centro de cultura tradicional y biblioteca.

Como indica Hipólito Escolar, al igual que otras muchas iniciativas, la Guerra Civil acabó con este ilusionante y ambicioso proyecto de crear 100 bibliotecas municipales cada año. El gobierno nacido tras el golpe de Estado de 1936 decreta las nuevas directrices que regirán las bibliotecas públicas y muchas de éstas desaparecerán. Se redactarán listas de libros y autores cuyas contenido serán censurados y retirados por su ideología o contenido que atentaran contra la moral y la nueva ideología. Se declaraba ilícita, por Orden de 23 de diciembre de 1936, “la producción, el comercio y la circulación de libros, periódicos, folletos y de toda clase de impresos y grabados pornográficos o de literatura socialista, comunista y libertaria, y, en general, disolventes”. A la sombra del nuevo régimen se lleva a cabo la renovación de cargos de la Junta de la Biblioteca de Mingorría.

El 14 de junio de 1938 se reúne la Junta de la Biblioteca con el fin de llevar a cabo la renovación de cargos y “cubrir vacantes producidas, por defunción unas y por cese natural en sus funciones el representante del Ayuntamiento quedando la Junta constituida con los siguiente personas y cargos: “Presidente: D. Bienvenido Domínguez, Vicepresidente: Daniel Muñoz; Secretario: Dª Elena A. Esteban; Tesorero: Benigno Martín; Vocales. Dª Benedicto Álvarez, D. Pablo González, D. Juan José Vázquez, D. David Gallego, D. Ezequiel Sastre y D. Dionisio Cenalmor. Este último actuará además como bibliotecario”.

Los miembros de esta Junta serán los que hagan cumplimiento de las órdenes del Patronato Nacional de Fomento de Bibliotecas Públicas y redacta una Memoria sobre la situación de la biblioteca que se recoge en el Acta de sesión de junio 1939: “Que la Biblioteca ha funcionado con normalidad durante la guerra, siendo lectores asiduos niños de las cuatro Escuelas Nacionales que existen en la localidad”, y añade “La Biblioteca contaba con un total de 300 volúmenes. De ellos han sido retirados y remitidos a la Junta de Burgos los volúmenes pedidos y desaparecidos 6”. A continuación señala las dificultades que tiene la Junta de la Biblioteca para la adquisición de nuevos libros y las iniciativas que ha promovido al respecto: “dando preferencia a la literatura infantil, por carecer de ella, ha iniciado una suscripción voluntaria con un donativo, e invita a los funcionarios y demás amantes de la cultura para que contribuyan con sus aportaciones al indicado fin”.

Según el Libro de Registro de Entrada de Obras de la biblioteca, se remitieron al Ministerio 5 libros: Proceso histórico de la C. de la R.E., de Jiménez de Osúa, L; Cartas a una señora sobre temas de D.P., de Osorio y Gallardo, A.; Los cuatro jinetes del Apocalipsis y Entre naranjos, de Blasco Ibáñez, V., y La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset, J.

La Memoria redactada indica que han desaparecido 6 libros, aunque en el Libro de Registro de Obras se consignan en las Observaciones que los libros desaparecidos en 1937 son en total 10 de los que 4 se repusieron en 1952. Alguno de estos libros “desaparecidos” fue a manos de particulares cercanos a los miembros de la Junta según me confesaron personalmente. Estos libros tenían interés bien por su contenido ideológico y moral: Fundamentos del socialismo, de Amado Inchausti, P.; El Estado de los Soviets, de Schlesinger, M.L.; y Lo sexual, de Sánchez Rivera y Moset, D.; o bien por un interés práctico para “el estudio de oposiciones” de estos particulares que nunca devolvieron: Derecho usual, de Posada, A.G.; Agricultura elemental Española, de Dantín Cereceda, J.; Manual del comerciante y tenedor de l.; de Heredia, R.; y Diccionario Pedro Alcalá Zamora Francés-Español y Español-Francés; y los que fueron repuestos en 1952: El arte de leer, de Faguet, E.; Taquigrafía. Reglas y ejercicios graduados, de Martín Estala, F.; y Compendio. Gramática. Academia Esp.

Por lo que respecta a la supervivencia de los libros de la fundación de la Biblioteca hay que añadir que se anota como desaparecido en 1957: Elementos de Aviación, de Armangué, A.; y desaparecido y repuesto sin fecha: Cartilla de Automóviles, de Arias Paz, M.; fue retirado por deterioro: Hace falta un muchacho, de Cuyás y Armengol, A. y retirados por deterioro y repuestos en 1952: Obras poéticas completas, de Campoamor, R. de; y Obras completas 1º Vol., y Obras completas 2º Vol., de Gabriel y Galán, J.M.

A partir de aquí los fondos de la fundación no tuvieron más incidencias siendo la siguiente anotación de entrada de libros, a pesar de los buenos propósitos mostrados por las juntas de incrementar los fondos, el volumen 301 el 19 de junio de 1944; y la siguiente y última Acta registrada en el Libro de actas de sesiones de la Junta de la Biblioteca municipal, la del 28 de junio de 1957 sobre la renovación de cargos, siendo presidente y alcalde Dn. Isidoro Esteban Álvarez ; vicepresidente Dn. Moisés Pindado Pajares; secretario Dn. Daniel Redondo Villa; tesorero D. Ezequiel Sastre Nieto y cabe destacar la inclusión entre los vocales, del párroco Dn. Francisco José Romero, junto a Dn. Juan José Vázquez, Dn. David Gallego y los maestros Dña. Ángeles Álvarez, Dña. Laurentina Herrero y Dn. Dionisio Cenalmor Sanchidrián, que continuaba actuando como bibliotecario.


Para la redacción de esta entrada he de agradecer la colaboración imprescindible y la infinita paciencia de Moisés Esteban Rodríguez, actual bibliotecario de la Biblioteca Municipal de Mingorría, que me ha facilitado la consulta del Libro de Registro de Entradas de Obras de la Biblioteca Pública Municipal y del Libro de actas de sesiones de la Junta de la Biblioteca municipal de esta villa y todas las informaciones que le he solicitado sobre la misma. El resto de obras consultadas son:

Historia de las bibliotecas, Escolar, Hipólito. Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 3ªed. Salamanca, 1990.

Juan Vicéns, Inspector de Bibliotecas Públicas Municipales 1933-1936, en Revista Educación y Biblioteca, nº 169, Enero-Febrero 2009, de cuyo artículo he extraído las fotografías hechas por el propio Vicéns y que se encuentran en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares.

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